20031215

A punto de salir, de apagar máquinas, luces y todo lo apagable; me detiene una sensación molesta: algo me falta. Maldita sensación inoportuna que no me permite pensar en otra cosa que en esa que no recuerdo. Hago un conteo regresivo de mis actividades en el día. De mis notas mentales. De los correos que contesté de los que me detuve a tiempo de escribir, de los que desgraciadamente ya envíe, de las llamadas. De las ideas, de la gente. De las sonrisas. Trato de acordarme si me baja pronto o no, de si apagué el boiler y la plancha, de si traigo las llaves en la mochila o ya las perdí otra vez. De si en qué página me quedé. Trato de recordar las mentiras que dije hoy y reviso por si acaso me faltó inventar alguna. Repaso mentalmente nombres y actividades y la pinche sensación no se va. Decido sentarme y buscar nuevamente lo que es tan importante, lo que no puedo recordar. Me queda claro que no comí hoy pero no fue olvido, a veces hasta el alimento molesta. Prendo un cigarro y salgo al patio para ver si el frío me hace recordar algo y solo recuerdo que hoy el frío es un lugar común. Recuerdo que me duele la espalda y la cabeza y que no tengo sueño y que aunque tenga no podré dormir. Entonces empiezo a imaginar historias y posibilidades y me reinvento y te reinvento. Y luego vuelve la sensación de mutilación y me desespero y me pongo de mal humor y se acaba el cigarro y me caga que se acabe y prendo otro con la colilla del anterior y vuelvo a repasar mi lista y vuelvo a percatarme que no falta nada, que la ausencia, el hueco es esto: que se siente, que simple y sencillamente falta.


Que no puedo hacer nada.