20050926

Ayer al llegar a casa, de la nada, me puse triste. Estuve jugando con la idea, deshebrándola para tratar de entender qué cosa o ser vivo me causaba esa tristeza. Pensé en Gaby, pensé en mí y tantas causas perdidas. Llegue a casa y la casa misma me pareció tristísima. Me senté en el sillón a cuadros, ese lleno de quemaduras de cigarro y así, de la nada, sin más (diría CRG) me solté llorando. No a pulmón abierto, no con tal descaro. Fue un llanto íntimo, un llanto muy mío. Las lágrimas resbalaron cara abajo, como niño en resbaladero (dirías tú). Mientras que a mí me dolía algo en el cuerpo, justo en la parte donde termina el esternón (¿sabías que este es el hueso más duro del cuerpo?--Diría Noé) nunca había sentido una tristeza tan física. Parecida a las mariposas en el estómago, pero aletargadas, tibias, belicosas.

La mía también es una tristeza difícil de explicar, dirías.