20090916



Siempre que hay días feriados me desubico un poco, pienso insistentemente que es un domingo en lugar de miércoles, por ejemplo. La misma sensación de destiempo, de desubicación me provocaban las siestas en la infancia: recuerdo las tibias siestas de verano en el viejo sofá, la ropa pegada al cuerpo húmedo, el sudor en la frente. Aquellas tardes dormía plácida durante un par de horas y al despertar siempre tenía la misma sensación: el tiempo dislocado; recuerdo despertar en aquella sala, ver el cambio en el tono de luz dentro de la habitación, sentir la tarde un poco más fresca. Me veo abriendo la puerta - confundida - salir a la calle, levantar la cabeza al cielo para tratar de adivinar la hora. Recuerdo aquel cielo encendido como mi confusión: apocalíptico. Siempre tardaba minutos para dilucidar qué día y qué hora eran, para entender que aquello no era el amanecer si no el atardecer, para que me quedara claro que no había transcurrido una noche sino tan sólo dos horas. Eso me pasa aún con los días feriados y con el amor: el tiempo se disloca y yo me siento aturdida, extraviada y torpe.


2 comentarios:

costa sin mar dijo...

òrale qué bonito

salto de linea dijo...

es muy bonito lo que escribes.
saludos