20040106


21 de diciembre


Dejé aquel lugar a toda velocidad, a la hora de la víbora (justo antes del atardecer, cuando la luz es amarilla y horizontal). Salí con necesidad de huir pero sin saber de quién o qué. No se puede huir de uno mismo. (Soy mi propia villana, mi terrorista). Dejé aquel lugar decía, sin saber si agradecer o no a la amnesia vespertina. La carretera como siempre me reconfortó, la plática también (hablar de la luz y sus fantasmas siempre me es reconfortante). Llegué a la ciudad sintiendo algo que podría interpretarse como dolor en el pecho, como si todo aquello se hubiese quedado atorado en la red de mis árboles bronquiales.

Debió ser la contaminación.