20050624


EL UNIVERSAL

Artes Visuales

Mónica Mayer *
24 de junio de 2005


La inquietante semana de las mujeres barbudas

Allá por marzo me llegó un correo electrónico de la escritora Amaranta Caballero de Tijuana avisándome de un proyecto. Lo leí, sonreí y me apunté.

El mensaje era una convocatoria para participar en La inquietante (e internacional) semana de las mujeres barbudas. Era una invitación a "desmarcar el vello facial, apropiándoselo de formas lúdicas, inesperadas". Amaranta y sus aguerridas compañeras proponían "desmarcar el género, volviéndolo tan flexible y cambiante como es". Irreverentes como lo son, confesaban: "Se trata de hacer una travesura. Se trata de pasársela bien". En estos tiempos de agobio social y de violencia, una invitación así no sólo era una brisa fresca, sino una forma de resistencia virulenta (por aquello de lo contagiosa).

La manera de participar era sencilla. Había que enviarle una foto por correo electrónico a Amaranta, a Cristina Garza o a Margarita Valencia y ellas se encargarían de ponernos barbas virtuales. De ahí en adelante fue como una bola de nieve. Empezaron a surgir textos y videos. Decenas de mujeres (y hombres) enviaron sus fotos. La tentación también le llegó a la revista Tentación. Échele un ojito mañana que la reciba con su periódico. La red de complicidades creció.

El proyecto surgió cuando Cristina Garza vio la obra de las artistas visuales Ana Mendieta (Cuba, 1948-Nueva York 1985) y de Zoe Leonard (Nueva York, 1961) pero la excusa podría haber sido el extraordinario cuadro de La mujer barbuda del pintor español José de Ribera (1591-1662) o alguno de los performances con barba de la mexicana Pilar Villela (México, 1972). El hecho es que la idea (y la realidad) de la mujer barbuda sigue siendo inquietante y atractiva, aterradora y lúdica. Es material de primera para el arte.

Reflexionar sobre las barbas femeninas nos puede llevar por muchos caminos. Cuestiona los cánones de belleza que consideran el vello como algo sucio, obsceno: por algo hay tanto producto para depilarse. Descubre nuestro miedo a la diferencia: la barbuda ha sido bruja, personaje de circo, fenómeno. Incluso hay un viejo refrán que dice, "a la mujer barbuda, de lejos se la saluda". Pero también impugna las muy limitadas ideas de identidad y de sexualidad que acepta la sociedad.

El clan de barbudas está haciendo su primera aparición en la Casa Refugio Citlaltépetl (Citlaltépetl 25, colonia Condesa). Ahí se exponen fotografías de Mariano Aparicio e Yvonne Venegas, de escritoras, académicas, artistas, etcétera. con barba (entre ellas Marta Lamas y Myriam Moscona) y las fotos intervenidas por Amaranta Caballero que también están en www.unblogpropio.blogspot.com.

Hay videos de Adolfo Estrada, Maggie Valencia, Elena Escobedo y Xóchitl Zepeda y una veintena de textos de las participantes. La exposición se inauguró el 18 y termina mañana. Anoche hubo una lectura de textos.

Otras de las barbudas/os son Sandra Lorenzano, Carla Faesler, Mónica Nepote, Rocío Cerón, Mónica Szurmuk, Maritza López, Amelia Suárez, Ishtar Cardona, Bárbara Colio, Cristina Peri Rossi, Vizania Amescua, Ana Clavel, Patricia Vega, Adriana González Mateos, Noé Morales, Luis Felipe Lomelí, Françoise Roy, Francesca Gargallo, Elena Guiochins, Juliana Faesler y Abril Castro, que fungió como curadora.

Por lo pronto, ya estoy usando mi barba. Es una piochita monísima. He descubierto que traer barba se siente calientito. Es un antifaz protector, de ahí que también dé poder. La barba es una máscara, pero qué rico es acariciarla (por algo llevo 30 años con Víctor Lerma). Ahora acaricio su rostro, pero también el mío.

*Artista visual.
http://www.pintomiraya.com.mx

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