El transporte público en Tijuana está de la fregada. En la colonia en la que vivo es aún peor. Zona residencial pensada para pequeños burgueses, en colinas de agua caliente los taxis únicamente circulan en horas pico a llevar y traer a las empleadas domésticas, albañiles y carpinteros que dan sus servicios ahí, así que los fines de semana es casi imposible salir de colinas (si no tienes carro).
Este sábado me levanté temprano y decidí salir a caminar, ir al cine, comprar libros y tal vez trabajar un rato en la oficina así que salí de casa a las 11 de la mañana, atravesé un baldío que me funciona como atajo para llegar a la esquina que utilizan como sitio los taxis guinda con crema. Me dispuse a esperar pacientemente así que busqué la sombra más próxima y me senté en la banqueta. Pronto llegó un chavo a esperar también, nos dijimos buenos días. A los 10 minutos intercambiamos la primer frase.
- ¿De casualidad tienes un encendedor? Me dijo con un acento que no alcancé a ubicar.
- Sí, por aquí tengo uno. Esa mañana había guardado el encendedor junto con mi cajetilla de malboros blancos.
El chico se acercó por el encendedor y me ofreció un cohiba de su cajetilla, le di las gracias sin aceptar el cigarro (me marea fumar tan temprano). Como mencioné, no logré ubicar su acento así que decidí preguntar.
- ¿De dónde eres?
- De la argentina.
- ¿y qué haces tan lejos?
- Trabajo, ya tengo un año acá en Tijuana.
- ¿vives aquí en colinas?
- Sí en aquellos edificios.
- Yo viví ahí un año.
- Tranquilo ¿no?
- Sí de hecho es lo que me gusta de esta zona que es muy tranquila. Pero su servicios de taxis ¿Vas a trabajar?
- No, imagínate si fuera a trabajar ya estaría completamente histérica corriendo loma abajo, jejejej. No voy a pasear y tu?
- También voy a pasear
- Bueno por lo menos podemos tomarnos con calma la espera.
- Sí, por lo menos.
Para este momento había terminado su cohiba sacó un paquete de Bubaloo que se me antojaron desde que los vi.
- ¿Quieres uno? Me dijo extendiendo el envoltorio rosa hacía mi. Tomé un chicle y di las gracias. Poco después nuestra preguntas fluyeron entre bomba y bomba, como plática de niños.
- ¿y a dónde sales a pasear cuando sales a pasear? Pregunté
-Generalmente con amigos a algún bar pero hoy tengo ganas de caminar así que seguramente terminaré en plaza río, tal vez vea una película, compre un libro y es muy probable que finalmente llegue a mi oficina en el río a trabajar un poco.
Me sorprendió mucho escuchar sus planes, no podía creer que a alguien se le ocurriera ir a la oficina en sábado así como así, exactamente igual que a mí. Volví a ver al chico con más detenimiento y vi que tenía bonita sonrisa y cejas pobladas, que era alto, blanco y de cabello oscurísimo. Recordé que el cuatro de octubre me tocó el ramo en la boda de Brenda, recordé a la mamá de Cristina diciéndome que seguro saldría este año o el próximo. Traté de medio peinarme con los dedos y sumí la panza.
-¿y en que trabajas?
- en informática, redes, esas cosas
- interesante, yo para eso soy pésima.
- no es tan difícil, ¿y vos en qué trabajas?
-en el Cecut ¿lo conoces?
- Sí sé cuál es pero no he ido, sabes no tengo mucho tiempo entre el trabajo y el Polo.
- ¿juegas Polo entonces? ¿Acaba de haber un torneo no?
- Sí, ganamos el primer lugar, ¡le dimos una paliza a los gringos!
- Je. Esa sí es buena noticia. Aunque no sé nada de Polo. ¿Oye y qué libro es el que quieres comprar?
-Uno que leí hace poco y que realmente me gustó mucho. No recuerdo el título pero sí el autor, es un escritor brasileño.
-¿y cómo se llama?
-Paulo Cohelo
No pude evitar que se me desencajara la sonrisa. No supe qué hacer así que fue maravilloso que en ese momento llegara el taxi guinda y crema. Fue maravilloso que yo me acomodara plácida al lado del chofer y él en la parte trasera de la güallina.