Cuando llegué a esta ciudad la luna era una uña (rota, mordida, insinuante). Una luz naranja le servía de aureola. Creo en lo que veo.
Me voy.
20031223
20031221
20031220
Tomo entre mis manos un pequeño objeto, lo recorro con las yemas de los dedos, siento su textura (me agrada) siento su forma rectangular. Lo sopeso. Es una caja, la sacudo cerca del oído. Me gusta la ausencia de sonido. Pienso en algunas de las referencias que tienen estos objetos (entre ellas el féretro, también la matriz, la vagina, el universo) Siempre me han gustado estos objetos. Me gusta jugar con la posibilidad de lo que pueden contener. Me gustan más cuando están vacías. Me gusta que pierdan su utilidad. ¿Será que los objetos que más me gustan son siempre inútiles? Creo que ésta no es una cualidad negativa. Ser unútil libera a los objetos del para qué, son y ya. Perse. (Aunque generalmente las cosas inútiles se convierten en objetos de contemplación. Así en ese orden, de manera inversa a como sucede en los seres humanos) Mi síndrome de Stendhal me exige que la pague, que la guarde en la maleta sin mostrarla a nadie, que la lleve hasta a mi casa, que le dé un lugar exclusivo en mi cuarto, que preferentemente la olvide. Todo para que el día que la reencuentre vuelva a sentir el placer de la primera vez que la vi. Pero el placer nunca será el mismo. No se puede desear con la misma intensidad dos veces. El fin del deseo inicia cuando se consuma. Así que no me obedezco, la dejo sobre la mesa. Ya alguien le dará utilidad.
20031217
20031216
20031215
A punto de salir, de apagar máquinas, luces y todo lo apagable; me detiene una sensación molesta: algo me falta. Maldita sensación inoportuna que no me permite pensar en otra cosa que en esa que no recuerdo. Hago un conteo regresivo de mis actividades en el día. De mis notas mentales. De los correos que contesté de los que me detuve a tiempo de escribir, de los que desgraciadamente ya envíe, de las llamadas. De las ideas, de la gente. De las sonrisas. Trato de acordarme si me baja pronto o no, de si apagué el boiler y la plancha, de si traigo las llaves en la mochila o ya las perdí otra vez. De si en qué página me quedé. Trato de recordar las mentiras que dije hoy y reviso por si acaso me faltó inventar alguna. Repaso mentalmente nombres y actividades y la pinche sensación no se va. Decido sentarme y buscar nuevamente lo que es tan importante, lo que no puedo recordar. Me queda claro que no comí hoy pero no fue olvido, a veces hasta el alimento molesta. Prendo un cigarro y salgo al patio para ver si el frío me hace recordar algo y solo recuerdo que hoy el frío es un lugar común. Recuerdo que me duele la espalda y la cabeza y que no tengo sueño y que aunque tenga no podré dormir. Entonces empiezo a imaginar historias y posibilidades y me reinvento y te reinvento. Y luego vuelve la sensación de mutilación y me desespero y me pongo de mal humor y se acaba el cigarro y me caga que se acabe y prendo otro con la colilla del anterior y vuelvo a repasar mi lista y vuelvo a percatarme que no falta nada, que la ausencia, el hueco es esto: que se siente, que simple y sencillamente falta.
Que no puedo hacer nada.
Que no puedo hacer nada.
Mancha urbana
De lejos todo se ve mejor. De noche, dicen, todos los gatos son pardos. Nada de esto me importa ahora. Me importa la sonrisa de Cheshire desplazando a la luna. Las imágenes. El paisaje desértico del fin de semana y el mar metálico de hoy. Las cúpulas como señalización. El sol de invierno. Las horas que existen entre una ciudad y otra. Las preguntas que se escupen a quemarropa. Las que no se escupen nunca y permanecen sinuosas debajo de la lengua. Las noches frías de todas partes. Las conversaciones a medio alcohol, a medio día. Los orgasmos. Las luces eléctricas espejo de agua de la mancha urbana.
En realidad nada de esto importa, nada.
Mentir no importa.
De lejos todo se ve mejor. De noche, dicen, todos los gatos son pardos. Nada de esto me importa ahora. Me importa la sonrisa de Cheshire desplazando a la luna. Las imágenes. El paisaje desértico del fin de semana y el mar metálico de hoy. Las cúpulas como señalización. El sol de invierno. Las horas que existen entre una ciudad y otra. Las preguntas que se escupen a quemarropa. Las que no se escupen nunca y permanecen sinuosas debajo de la lengua. Las noches frías de todas partes. Las conversaciones a medio alcohol, a medio día. Los orgasmos. Las luces eléctricas espejo de agua de la mancha urbana.
En realidad nada de esto importa, nada.
Mentir no importa.
20031214
20031213
20031211
20031210
Primera impresión
en arquitectura: muro de contención
en anatomía: piel
en la voz: silencio
en la calle: vitrina, semáforo, reja
en el horizonte: límite
en la arena: horadación
en el mar: estela
en la tierra: mar
en el papel: línea
en el lenguaje: sema
en el espacio: forma
en geografía: frontera
en la piel: tela
en la posibilidad: que se desborde, se exceda
en el deseo: que se rebose y se transgreda, que grite, que se desnude
en la ficción: que se desdibuje, se haga fonema.
en arquitectura: muro de contención
en anatomía: piel
en la voz: silencio
en la calle: vitrina, semáforo, reja
en el horizonte: límite
en la arena: horadación
en el mar: estela
en la tierra: mar
en el papel: línea
en el lenguaje: sema
en el espacio: forma
en geografía: frontera
en la piel: tela
en la posibilidad: que se desborde, se exceda
en el deseo: que se rebose y se transgreda, que grite, que se desnude
en la ficción: que se desdibuje, se haga fonema.
20031209
20031207
martes, noviembre 11, 2003
Ellas dicen...
AGORAFOBIA
Dice Kozer:
Cuando escribo poesía el mundo me conmueve,
cuando escribo prosa estoy en un cuarto.
Yo, generalmente, soporto muy poco la conmoción del mundo y, de prisa, regreso al cuarto.
Traducido por Mayra 2:37 PM
:: lunes, diciembre 01, 2003 ::
Estar en una celda hace que uno teja ideas descabelladas y que cualquier palabra o particula de polvo se vuelva tema de narracion. Estar en una celda es el estado perfecto y creativo del escritor.
:: Margarita 3:57 PM [+] ::
...
Ellas dicen...
AGORAFOBIA
Dice Kozer:
Cuando escribo poesía el mundo me conmueve,
cuando escribo prosa estoy en un cuarto.
Yo, generalmente, soporto muy poco la conmoción del mundo y, de prisa, regreso al cuarto.
Traducido por Mayra 2:37 PM
:: lunes, diciembre 01, 2003 ::
Estar en una celda hace que uno teja ideas descabelladas y que cualquier palabra o particula de polvo se vuelva tema de narracion. Estar en una celda es el estado perfecto y creativo del escritor.
:: Margarita 3:57 PM [+] ::
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20031203
20031202
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